martes, 14 de octubre de 2014

El día que conocí a Cristo




Luego de casi 9 meses de ausencia, volví. Durante ese tiempo se dio una regestación (aprovechando el símbolo temporal para soltar uno de esos chistes obvios que piden a gritos ser contados o no) de mi paciencia, de mi voluntad de escribir; y ese momento de iluminación e inspiración que esperaba para volver a este espacio de pocos espectadores llegó.

Uno esperaría conocer a Cristo en cualquier circunstancia, y más o menos así me sucedió, en realidad fue una circunstancia cualquiera, un día normal, con sus cosas buenas y sus cosas malas, solo que las malas fueron resueltas de forma magnífica por el protagonista de esta historia.

Cenaba con unos amigos luego de ir a un bazar y la convocatoria se amplió más de lo que esperábamos. En el restaurant tuvimos que pegar 3 mesas y los invitados no dejaban de llegar, al punto de que conocía solo a la mitad de los asistentes. Entre esa mitad cuyos nombres y rostros (como es costumbre) ya casi no recuerdo, quedó fijado un joven de una apariencia que al principio no pude clasificar y que, cuando amable y firmemente me tendió la mano para presentarse, quedó tatuado en mi vida.

“Cristo, un placer”.

“Ay, me está jodiendo, seguro se llama Cristóbal o Cristopher y le dicen así”, pensé. Pero no, ese era su nombre. El joven, cuya apariencia pude clasificar como helénica al enterarme de su ascendencia griega, fue llamado Cristo por sus padres. Por supuesto, ante tan importante ocasión no podían faltar esos chistes obvios que pocas veces tenemos chance de hacer, total, no todos los días tenemos a Cristo al lado, y por ahí empezamos: que si éramos 12 en la mesa, que si estábamos a la derecha del padre, que cuál de nosotros sería Judas, que si Judas se hubiera podido pagar un mejor branding con sus monedas de oro para ser recordado de otra forma, hasta la cumbre: una pana sugirió que Cristo le pondría así a su hijo, y yo le digo: “¿Pero cómo le va a pasar esa cruz a su hijo?” Todo un momento de risas, diversión y amistad, pues. Lo reciente de nuestro encuentro me impidió echar broma con Cristo, de quien me han dicho que suele echar mucha broma con respecto a su nombre, pero espero poder verlo en una segunda venida (jejeps, no puedo detenerme, las posibilidades son infinitas) y compartir un poco más con él, porque aparte de todo, me cayó burdebien.

P.D.: Vale decir que al final de la velada tuvimos un percance con la cuenta, pues quedaba un sobrante por pagar luego de que todos pagamos. Luego de rompernos la cabeza tratando de resolverlo, Cristo propuso que, al ser un grupo numeroso, pusiéramos todos una especie de propina y así saldaríamos la cuenta. Al final resultó perfectamente, como siempre que dejamos las cosas en manos del señor.

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